El principio básico para abordar un largometraje con temática de cualquier fandom, es que éste debe de ser comprendido a detalle antes de abordarse, de otra manera, la producción entera puede tornarse en un gasto completamente en vano tras decepcionar – y hasta ofender – a los fans, conllevando así a la pérdida de fé hacia las adaptaciones cinematográficas de la vida friki por parte de éstos.
Algunos ejemplos positivos de esto son la película cómica ‘Fanboys’, película de 2009 que relata la travesía de un grupo de fervientes fans de ‘La Guerra de las Galaxias’ que transcurre en una línea temporal previa al estreno de ‘Episodio I’; en el anime, ‘Genshiken’ (acrónimo para Sociedad por el Estudio de la Cultura Visual Moderna) de 2004, historia que gira en torno a un grupo de universitarios japoneses afiliados al club de nombre homónimo a la serie misma, el cual se centra en actividades otaku, como son el estudio, apreciación y análisis de anime, videojuegos y cosplay; y – a pesar de no ser un fandom como tal, merece mención por razones que se mencionarán a continuación – ‘Hackers’ de 1995, película estadounidense que retrata de forma excesivamente fantástica las peripecias de un grupo de piratas informáticos, las cuales que rayan en el hacktivismo.
Cada una de estas producciones se caracteriza por mantener un elemento en común, el cual es a su vez su piedra angular: un excelente trabajo de consultoría en cuanto a la temática abordada en el guión. Un ejemplo no muy positivo de esto mismo es precisamente la película española ‘La Máquina de Bailar’.
A finales de 2004, escribía Jimina Sabadú para el fanzine Mondo Brutto, previo a su debut como co-guionísta de cine en dicha película:
Desgraciadamente todavía no se ha rodado ninguna peli sobre la importancia de llevar el ritmo en los recreativos, así con artes marciales (…), pero tiempo al tiempo.
Siendo que la comunidad dancer ha tenido este sentimiento mutuo respecto a su afición, aun a pesar de la declraración de Sabadú, su participación en el filme no supuso el resultado de nivel técnico que se hubiera esperado de una producción europea.
‘La Máquina de Bailar’ comienza en Japón, donde el campeón mundial de DDR, Yasu Takahashi (Daniel Cho), después de aceptar con escasa afabilidad dar una demostración en un programa de televisión, advierte al público de encontrarse en la mayor de presión de su vida al no encontrar contrincante capaz de hacerle frente. Tras esta escena, abren los créditos introductorios con el tema musical “Love Love Sugar” de DJ Taka, preludio de sonido emblemático que describe por si mismo a esta sub-franquicia de Konami. Durante este segmento, se da introducción a los protagonistas del filme que tiene lugar en España, un trío de jugadores amateur compuesto por Dani (Jordi Vilches), Josemi (Oskar Salcedo) y Óscar (Eduardo García). Mientras bailan rodeados de espectadores curiosos, se ofrece una errónea explicación técnica de la relación máquina-bailarín, dando comienzo así a la serie de inconsistencias en el guión en relación al funcionamiento del videojuego, las cual es cuantiosa.
El momento que da dirección a toda la historia es cuando el trío es protagonista de un desafortunado accidente en el que se involucra la muerte de la mascota del ex-pandillero y ahora supervisor de Dany, quien se encuentra fuera del país. Para intentar redimirse, se verán en necesidad de formar un equipo de baile para participar en un torneo nacional de DDR, cuyo premio monetario provisto por Konami es un cheque con valor de 10 mil euros, cantidad con la cual podrán hacerse del reemplazo de dicha mascota antes de que su dueño regrese a España o de que la pandilla a la que solía pertenecer el supervisor de Dany, La Legión, descubra el incidente y les acorrale.
Para aspirar a la contienda, organizan un casting para reclutar nuevos miembros para el equipo, al cual se presentan Lara (Bárbara Muñóz) y Salva (Chema Rodríguez), completando así la plantilla mínima de cuatro jugadores al prescindir de Óscar. Sabiéndose todas las canciones de memoria pero careciendo de estilismo coreográfico, se valdrán del coaching de Johnny (Santiago), quien además de ser locatario del centro de arcades es un ex-famoso bailarín de música disco; así como de su amiga y maestra de baile, Olivia (Josele Román). Durante su el campeonato y su extensión, se topan en más de una ocasión con Fernando (José Corbacho), primo y jefe de Johnny, quien por rencores del pasado, no es de escatimar en colocar obstáculos para impedir que alcancen su objetivo de ganar la final del torneo.
Si algo es más que evidente, es que ni el humor – que va desde un grado simple y bobo, hasta político, sexual e inclusive escatológico – , ni la inclusión del actor de renombre Santiago Segura al elenco – reconocido mundialmente por su personaje Torrente y su saga de películas, así como de sus múltiples apariciones en filmes hollywoodenses –, ni el patrocinio oficial de Konami, pueden unidos hacer sombra ante la carencia del elemento primordial que impacta directamente al segmento de la audiencia que conoce de DDR: la fidelidad del contexto real que comprende la práctica del videojuego, desde lo más básico hasta lo técnico.
Para los bibliófilos, la omisión o giro de detalles en la adaptación de un libro a un filme resulta una acción imperdonable; en el caso de esta película, es la perversión de la vida real. Al inicio de la historia, se explica que el jugar consiste en pisar las flechas del tablero cuando se encienden – lo cual en realidad pasa solo cuando éstas son pisadas – y la máquina va registrando la acción del jugador.
Si bien se contó con una preparación digna para la banda sonara – contando las voces de artistas que van desde Factor X hasta de agencias de publicidad profesional como Joanna Rubio, la voz del antivirus Avast! – y diseño de producción – como el set de la convención de anime y manga o el escenario del centro comercial donde se celebra la final del campeonato –, no se tuvo esta misma adhesión para la producción audiovisual requerida en ciertas escenas de la grabación en lo referente al comportamiento de la máquina, como el modo demo o cuando ocurre interacción entre ésta y el actor, por lo que sea avistan BGAs no acordes al tema musical en reproducción, el menú de selección en movimiento mientras nadie juega, announcers en momentos imprecisos, etc.
Sin duda alguna, lo más cuestionable de la película desde el punto de vista del jugador es la realización del torneo de inicio a fin, ya que las eliminatorias se efectúan basándose en el puntaje, las rondas regulares se califican de manera distinta al ser freestyle colectivo – tomando en cuenta look, estética coreográfica y puntaje registrado – y la final nuevamente por puntaje, en otras palabras, speed. Adicionalmente, entran en cuestión otros elementos dentro de este mismo segmento, concerniente al componente vital del juego: la selección musical.
Durante la cinta, se muestra a los jugadores bailando temas presentes diversas entregas de DDR, sin embargo, solo dos de éstas, “BRE∀K DOWN !” y “Dead End”, se encuentran en las dos versiones mostradas en el filme, DDR MAX 2 y Dancing Stage EuroMix 2 respectivamente. Ambos temas se encuentran presentes en la final del campeonato además de “Butterfly (Upswing Mix)” de Smile.dk, no obstante, dado que esta última tiene nivel Heavy de dificultad 6, resulta incongruente colocarle como el segundo de tres temas, siendo que el resto cuenta con dificultad 9.
De acuerdo con la selección musical real de la máquina empleada durante la competencia, y dado el nivel épico que pretendía alcanzar la cinta en esta parte de la historia, hubiera sido recomendable ver temas como “MAXX UNLIMITED” de Z y “KAKUMEI” de dj TAKA y NAOKI. Y por último, lo más controversial aun conociendo la importancia de la habilidad psicomotríz que requiere el juego, ver a todo jugador bailar con una coreografía discorde a la proyección del stepchart en la pantalla del arcade, lo cual sucede en copiosas ocasiones durante la película.
Hasta este punto, el largometraje de DDR podría describirse como una vorágine de desaciertos técnicos, situación que se extiende posterior a su estreno en carteleras de cine.
Como parte de la campaña de promoción de la cinta, el actor Santiago Segura ofreció una demostración de sus dotes de bailarín al lado de la conductora Gema Lopez en el programa “Donde estas Corazón” de Antena 3, llevando al estudio de grabación no una máquina de DDRMAX2 o una Dancing Stage EuroMix 2, sino de Pump It Up Exceed 2.
En resumen, ‘La Máquina de Bailar’ es una película de comedia española que retrata la vida de una subcultura juvenil muy específica, la de los practicantes de videojuegos de baile, en este caso, Dance Dance Revolution. Con un guión que delimita la trayectoria de la trama de manera directa y casi inmediata como en las películas de artes marciales de antaño, al que se suman la introducción a la tipología de jugadores, flashbacks hacia la épica dorada del baile disco en los 70’s y elementos clásicos de oriente, este no se trata de un largometraje que aspire a ser un exitoso cinematográfico, pero que a pesar del grado sustancial de inconsistencias relativas al fandom de DDR, se logra posicionar como película de culto dentro de la comunidad dancer.